Reflexión y polémica entorno al concurso curatorial Perú Bicentenario

Sandra Garcia
Reflexión y polémica entorno al concurso curatorial Perú Bicentenario
Imagen: El Jardín. CC BY-SA

El 2 de febrero último, el reconocido pintor Rember Yahuarcani denunció irregularidades en el concurso público para seleccionar al equipo curatorial encargado de la Exposición Nacional Perú Bicentenario, convocado por el Proyecto Especial Bicentenario (PEB) en el contexto de las celebraciones por los 200 años de Independencia del Perú. El artista, que era miembro del Consejo Consultivo del PEB y participaba de las sesiones de discusión y planificación de dicho concurso, hizo públicas sus acusaciones ante la inminente publicación de los resultados y a la falta de respuestas a sus cartas enviadas al Ministro de Cultura, Alejandro Neyra, y a las Directoras del PEB, Gabriela Perona y Laura Martínez.

Parte de esa comunicación interna hoy es pública, en esas cartas Yahuarcani exponía sus críticas a las bases del concurso, cuestionaba la contratación de asesores y pedía información sobre la designación del jurado, entre otras cuestiones. Lo que se lee en esas cartas es básicamente lo que el artista difundió el 2 de febrero, y si hoy sus palabras han desconcertado a muchos, asombra que en su momento no motivaran respuestas de sus destinatarios, pues en ellas hay acusaciones serias que merecieron —y merecen— respuesta.

A partir de esta denuncia, los descargos de las personas aludidas y las respuestas de Rember Yahuarcani han generado una polémica que ha dado paso a la reflexión sobre la corrupción institucionalizada dentro de los órganos administrativos del Estado, la defensa de la transparencia en los procesos de contratación y el elitismo del sector cultural; temas reales más allá de este presunto caso de corrupción.

Hasta la fecha de publicación de esta nota, aún muchos continúan manifestándose sobre lo ocurrido, aportando con ideas a un necesario debate que ha trascendido lo circunstancial. Pero en la maraña de opiniones y la inmediatez de las redes sociales (donde más álgida ha sido la discusión) mucho del contexto puede pasar desapercibido, destaca por esas razones este documento recopilatorio donde encontramos el primer texto publicado por Yahuarcani, los descargos de los curadores Sharon Lerner, Jose-Carlos Mariátegui y Miguel López; las respuestas de Yahuarcani a ellos, un documento aclaratorio (algo tardío) del Ministerio de Cultura y una de las cartas que el artista envió el año pasado a los miembros del PEB donde exponía sus puntos de vista antes de que todo esto fuera público. Estos documentos en conjunto nos permiten tener a la mano los dichos de los protagonistas y así no disiparnos en la búsqueda.

No obstante, también son significativas algunas opiniones de terceros que han señalado cuestiones importantes. Destacan entre ellas el pronunciamiento del curador y poeta Rodrigo Quijano, quien se refiere al problema de la desvinculación entre el Estado y las artes visuales; situación que da lugar a una presencia muy fuerte de las instituciones privadas, al sometimiento de las artes visuales a las leyes del mercado y a la poca apertura para los profesionales fuera del círculo de esas mismas instituciones. Pero más allá de las falencias estatales, que siempre será saludable señalar, es necesario reconocer también las carencias propias; como por ejemplo, la falta de debate, asunto que deriva de la poca o nula comunicación entre las personas y colectivos del ámbito cultural y la falta de reflexión sin la cual no es posible proponer vías que den solución a los problemas que nos atañen como gremio y, por ende, como sociedad.

Otro texto que ha llamado la atención es La epidemia de la argolla de César R. Nureña, donde sin hacer alusión directa a la denuncia de Yahuarcani, nos habla de la argolla, palabra varias veces utilizada en los comentarios a partir de la denuncia del artista. El artículo sostiene que la palabra «argolla» es un término que se interpreta de manera personal y según la experiencia con situaciones de injusticia, exclusión y abuso de poder. Mientras mayor sea esta experiencia, la comprensión de la palabra argolla será más compleja y, mientras menor sea, la «argolla» se entenderá como una cuestión inofensiva. Para el autor, esto sumado a la informalidad en las reglas, la ausencia de mecanismos impositivos de normas y un sistema débil de fiscalización da pie a que «cada quien opere con sus reglas particulares». Este es un interesante punto de vista que dista mucho de ser una excusa de la corrupción; por el contrario señala de manera concreta lo enraizadas que están ciertas prácticas en el mundo laboral local, la cuestionable capacidad de las personas para juzgar si los favoritismos y la obtención de ventajas inmerecidas dentro del ámbito laboral son malos o no, los efectos negativos de esta problemática en los resultados del sistema educativo y la informalidad en las reglas de administración pública.

Los temas que Rember Yahuarcani ha puesto en debate, y los que han surgido a partir de él, son más que pertinentes. El Bicentenario está a la vuelta de la esquina pero como vemos el país tiene poco que celebrar, nuestras taras institucionales y sociales nos hablan de un proyecto republicano cojo donde aún pervive la violencia institucional que margina y excluye a una gran parte de peruanos. La indiferencia hacia el «indígena» es una de esas formas de violencia —como nos lo recuerda Marco Avilés—, una violencia que pervive 200 años después de que iniciáramos nuestra aventura republicana. Para finalizar quiero reiterar que el debate es una herramienta que permite abrir caminos para construir. Las reflexiones generadas a propósito de este acontecimiento han servido para recordar públicamente que hay cosas que son perjudiciales para el ámbito cultural, el Estado no debe seguir desvinculado de las artes y los artistas, debe haber más iniciativas de cooperación y más diálogo entre los diferentes profesionales que integramos el sector cultural.

Publicado el 11 de febrero de 2021