Museos, accesibilidad y pandemia. Errores de gestión de los museos limeños

PM
Museos, accesibilidad y pandemia. Errores de gestión de los museos limeños
Imagen: El Jardin. CC BY-SA

En un entrada anterior conversamos sobre cómo las instituciones culturales de Lima que no supieron afrontar con creatividad y conocimiento actualizado los retos del confinamiento y el reinicio de sus actividades. En esta ocasión comentaremos sobre el caso de dos galerías de la ciudad, para mencionar los defectos de sus políticas de seguridad (control de asistentes y reserva de citas). Estos ejemplos, sin embargo, se extienden a un número más amplio de museos limeños, que han tomado decisiones similares.

Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega

El CC Inca Garcilaso es una de las instituciones culturales más activas del Centro Histórico de Lima, que desde hace tiempo anima el panorama de la ciudad con exposiciones y un programa nutrido de actividades alternas que incluían —hasta antes de la pandemia— conversatorios, presentaciones de libros, proyecciones y la presencia de una biblioteca. Todas estas actividades y servicios hicieron del CC Inca Garcilaso un lugar de referencia de toda guía cultural limeña. Este trabajo continuado de años es un esfuerzo que merece nuestro reconocimiento.

Además, el Centro contaba con una política de acceso acertada: entrada gratuita y acceso libre. Uno ingresaba a él como si fuera un espacio público en toda regla; pues, al estar frente a la plazuela san Pedro, se podría decir, actuaba como una extensión de la misma. Sin embargo, desde hace poco su política de acceso ha sido modificada arruinando las buenas decisiones que se habían tomado. Hoy, para ingresar al Centro Cultural uno debe entregar su DNI, y el hecho de no portar este documento hará que sea imposible ingresar a ver las exposiciones.

Quiero detenerme en lo errada de esta medida, que contraviene los principios museográficos sobre accesibilidad y proyección social de un museo. Los museos públicos (financiados con recursos de todos) deben, en lo posible, ser lo más accesibles, no solo desde el punto de vista económico, sino también desde la reducción de toda restricción que impida a los ciudadanos disfrutar de sus colecciones. No es descabellado pensar que un grupo de adolescentes deseen visitar el Centro Cultural o que una familia durante su paseo dominical y animada por la gratuidad del lugar quiera ingresar; pero, en ambos casos, ya sea por la ausencia del DNI o el olvido del mismo, alguien se vería prohibido de acceder. ¿Realmente es tan necesario y urgente identificarse para poder ingresar y ver las exposiciones?

Centro Cultural del Británico (Sala John Harriman)

Otro ejemplo de éxito de gestión es el Centro Cultural Británico, que cuenta con actividades en varios puntos de la ciudad de Lima, la que debe ser una de las políticas culturales mejor articuladas para llevar arte y cultura más allá de sus espacios recurrentes (centro y sur de la ciudad). Como muchas instituciones mermó su ritmo de actividades debido a la pandemia de la COVID-19, sin embargo, poco a poco está retomando su trabajo; muestra de ello es la reapertura de su sala de exposiciones John Harriman, que actualmente alberga una recomendadísima muestra del pintor Rember Yahuarcani.

Sin embargo, para poder ingresar a la exposición de Yahuarcani uno tiene que sacar una cita, método que tiene varios errores de concepción que debemos discutir.

Primero, y el más importante, usa el sistema de formularios de Google (Google Forms). Este sistema no tiene nada de malo, técnicamente hablando, pero tiene otros aspectos que desaconsejan su uso. Quien crea un formulario en Google Forms pierde el control sobre los datos recolectados, pues Google gestiona los mismos como parte de sus condiciones de uso. También está el hecho de que este servicio es restrictivo, pues si uno no tiene una cuenta de Google, algunas veces, no puede llenar un formulario. Este es un error, pues un museo tiene que ser lo más accesible posible, asumir que Google es el estándar es una equivocación, al día de hoy, imperdonable, caso similar ocurre cuando Whatsapp se vuelve el medio de comunicación oficial entre instituciones y usuarios. Los medios de comunicación abiertos y estandarizados, que no dependan de un solo proveedor deben ser las elegidos, lo cual permitirá el acceso al mayor número de personas, pues no todo el mundo usa los servicios de Google.

Segundo, es que el Británico nos pide algunos datos personales, que se nos advierte serán usados con fines publicitarios de la misma institución. Es legal, sí, pero poco ético. Siendo así, la entrada ya no es gratuita, tiene un precio: nuestros datos.

Ahora, ¿es necesario reservar una cita, a pesar de las restricciones que impone la pandemia? No, para nada. Veremos esto líneas abajo.

Conclusiones

Como hemos visto, dos instituciones culturales ejemplifican los errores que han cometido varios museos y salas de exposiciones de la ciudad de Lima. Hoy por hoy, es más fácil ir a un centro comercial que a un museo. Las razones para pedir el DNI a la entrada de un museo no se sostienen por ningún lado, ¿para qué fin necesitan registrar el ingreso con tal nivel de detalle? Las razones de seguridad no son suficientes, en todo caso, bastaría con más personal en sala. Este error lo cometen instituciones estatales (el Museo Central y el LUM) y privadas (las salas de exhibición del ICPNA).

En cuanto a la reserva de citas realmente no se entiende, es como si los directivos y curadores vivieran en un mundo ideal de museos llenos. Desde siempre en los círculos artísticos y académicos se discute qué hacer para que los museos tengan más visitantes, pues en nuestra ciudad suelen ser la última alternativa de entretenimiento. Con la pandemia se buscó controlar los aforos, pero ¿cuándo se ha visto una sala colapsar?, salvo en ocasiones especiales como la inauguración o clausura de las muestras o en una exposición retrospectiva de algún artista consagrado, lo común es que suelan estar —lamentablemente— casi vacías.

Por esa razón controlar el aforo es muy sencillo, sin necesidad de generar un sistema de reservas que agrega una barrera más entre el museo y las personas. Al parecer lo que buscan los museos es conocer a sus visitantes, asombra el rumbo que están tomando, sería preferible pedir una encuesta voluntaria y anonimizada, en lugar de obligar a todos a pasar por un filtro abusivo para acceder a los museos.

Por último, no se entiende porque los museos optan por servicios digitales ajenos a su control y que son restrictivos, pues como decíamos Google Forms no es sinónimo de formularios web. Muchos museos cuentan con expertos en informática que fácilmente podrían montar un formulario web y no depender de la arbitrariedad de un tercero. En todo caso, deberían considerarlo cuanto antes, porque desde hace años se viene asentando el uso de este tipo de herramientas que vulneran la privacidad de los visitantes y restringen el uso de los servicios museográficos.

Ejemplos de museos que piden reservar citas y usan formularios son el ICPNA, el MALI y, de los estatales, hay casos sorprendentes por su nivel de minuciosidad como son el Museo Metropolitano y la Pinacoteca Ignacio Merino.

Como vemos, el trabajo museístico local no está exento de críticas, y esperamos que surja un debate sobre las prácticas y políticas de acceso tanto presenciales como virtuales, que parecen preocupar a muy pocos.