Herbert Rodríguez en la Bienal de Venecia

PM
Herbert Rodríguez en la Bienal de Venecia
Imagen: Patronato Cultural del Perú. Derechos Reservados

Este año el Pabellón Peruano de la Bienal de Arte de Venecia está representado por el artista Herbert Rodríguez. Como esta es una de las exposiciones más importantes del mundo es casi seguro que generará comentarios. En esta ocasión, las críticas a la obra del artista han sido, en su mayoría, superficiales, ofensivas y, por qué no decirlo, ofendidas, lo cual poco o nada contribuye al debate.

Primero hay que preguntarse por la decisión de los curadores (Jorge Villacorta y Viola Varotto) y del Patronato Cultural del Perú de llevar a este artista y no a otro. La respuesta que han dado Villacorta y el artista mismo es: lo que se quiere es dar a conocer la historia de violencia y precariedad política del Perú de los años 80 y enlazar esa experiencia con nuestra historia actual. Es decir, se ha buscado informar al público extranjero sobre el Perú a través de la narrativa que transmite la obra de Rodríguez, la cual es un relato descarnado del fin de siglo peruano (1985-1990). Y ahí está la clave de la elección, pensar en el ánimo de Europa.

Ciertamente, este tipo de eventos sirven de vitrina hacia el país anfitrión y la élite artística de occidente, donde se busca ser parte de un circuito hegemónico del arte que alberga un legado colonialista y racista que año tras año tratan de purgar los organizadores de la Bienal (sino veamos el León de Oro otorgado a Simone Leigh); con esto no quiero decir que Villacorta o Rodríguez sean pro-colonialistas, pero primó el relato histórico y coyuntural no tanto del Perú, sino más bien el de Europa, y ello en lugar de destacar la actualidad del arte peruano, que vive uno de sus momentos más originales. Si ese hubiera sido el talante de los que idearon el pabellón peruano, creo que la elección debió ser otra.

En una Europa en guerra contra el autoritarismo proveniente de Rusia, con una ultraderecha que no deja de crecer y con discursos cada vez más receptivos al aislamiento racista de antaño, no asombra el éxito de un lenguaje de «agitación y propaganda» como el de La paz es una promesa corrosiva. Herbert Rodríguez siempre ha sido un puñetazo a la cara contra los extremismos políticos, el abuso de autoridad, la doble moral y la desmemoria. La suya es una obra de técnica simple, pero efectiva, cuyo contenido es un revulsivo para actuar contra la muerte, la codicia y las pequeñeces morales que nos rodean todos los días. Pero, si bien deberemos volver de tanto en tanto a su obra, esta no habla de las inquietudes políticas ni artísticas de hoy. Hace treinta años su obra era la voz de una generación, de una Lima agotada, de un Perú doliente. Hoy este es un país diferente, y aunque la política cause divisiones, el arte tiene otro derrotero, uno igual de urgente como fue el suyo.

Esta era una gran oportunidad para mostrar al mundo una de nuestras creaciones artísticas más estimulantes de las últimas décadas, me refiero al arte amazónico. Estamos viviendo uno de esos momentos bisagra de nuestra historia del arte, con muestras genuinas de expresión que han venido buscando un espacio desde hace mucho, con trabajos de difusión meritorios como el de Pablo Macera y el Seminario de Historia Rural Andina. Ha sido un camino largo, pero sostenido la de estos artistas, logrando la consolidación del arte amazónico en el establishment cultural, prueba de ello es el reciente reconocimiento de Chonon Bensho, quien ocupó el primer lugar en el XII Concurso Nacional de Pintura del BCR (concurso en el que también participó Herbert Rodríguez). Quizá ya es hora de una revisión de nuestra historia del arte reciente, teniendo en cuenta a estas propuestas.

Además, junto a Bensho están otros artistas merecedores de atención, como lo es Rember Yahuarcani; ambos configuran un ejemplo de un lenguaje plástico mágico, con raíces en tradiciones culturales ajenas al influjo académico y cultural de occidente, aunque entrelazadas con estos. Pero este arte viene de la mano con un discurso anticolonial, de reivindicación a los derechos a la tierra, a la autodeterminación cultural y contra el olvido institucional de un Estado que solo se acuerda de ellos cuando alguna riqueza se alberga en sus territorios. Muchas de estas narrativas subyacentes no necesariamente son visibles en los cuadros.

En la bienal anterior fue Christian Bendayán el artista que nos representó; y si bien Bendayán es un artista loretano que dialoga con la tradición y las expresiones populares de la ciudad selvática, él no es un artista surgido de esa tradición amazónica que está reclamando hoy su justo reconocimiento. Bendayán es urbano, la experiencia vital que expresa su arte tiene otra naturaleza, por ende nos habla de otras cosas, quizá más cercanas al aspecto occidental de nuestra cultura. Con ello no quiero remitir a esas viejas categorías colonialistas, que describen aspectos falaces de la realidad cultural y artística de lo que se aparta del canon occidental. Chonon Bensho, por citar un ejemplo, auna en Inin Paro (El río de los perfumes medicinales) tradición y cambio, desmontando el quietismo que muchas veces se les achaca a los artistas amazónicos. Ella ha logrado llevar el lenguaje shipibo-konibo a formas de expresión diferentes a los de sus ancestros, en un diálogo fructífero con las tradiciones occidentales del arte.

'Inin Paro (2021)'

«Inin Paro (El río de los perfumes medicinales)» (2021)

El riesgo quizá habría consistido en repetir, por decirlo de algún modo, el tema selvático para esta edición de la Bienal y presentar una curaduría lo suficientemente ingeniosa que esquive los lugares comunes de los discursos paternalistas, con los que se expone el arte que está fuera de la predominante influencia occidental. Como dije líneas arriba, han perdido una gran oportunidad para dar a conocer al mundo la fuerza del arte amazónico, que es, actualmente, una expresión artística llamada a interpelar las bases culturales, políticas y estéticas de este país de fracturas e injusticias, y que ante una crisis climática inminente y un proyecto republicano fallido nos enfrenta a debates actuales desde una perspectiva que han tratado de acallar desde hace 500 años.

Publicado el 04 de mayo de 2022